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El Riñihuazo y la "Perla del Sur"

  • D.R.
  • 12 ago 2015
  • 3 Min. de lectura

Chile se caracteriza por ser una nación que vive a merced de la furia de la naturaleza. Diversos hechos en la historia de esta angosta y larga faja de tierra dan fé del caracter estoíco; aunque cada vez menos; del habitante nacional. Se pueden citar aluviones, inundaciones, terremotos, volcanes, maremotos, uno que otro Coup D'etat, sólo por nombrar algunos.


Uno de estos desastres naturales; y quizás el que más genere un extraño orgullo en el chileno; es el Terremoto de Valdivia de 1960. El más fuerte registrado hasta el momento, que rompió todos los récords ( y agujas de los sismógrafos) existentes hasta ese entonces. Tal fue su magnitud, que esta equivale aproximadamente a el 22,2% de toda la energía liberada por todos los terremotos acontencidos durante el siglo XX. Lo anterior es aproximadamente equivalente a la energía cinética que lleva el planeta en su traslación en el espacio. Cifras para inquietarse.


Sin embargo, este gran sismo no fue el mayor de los problemas que tuvo que enfrentar el país durante los locos sesentas. Inmediátamente después del terremoto se registraron una serie de acontecimientos que pudieron tener una conclusión muchísimo más terrible que la del movimiento telúrico en sí.


Todo comenzó con un swing. La Tierra se puso a bailar ese día, y escogió a Valdivia como discoteca. Los grandes edificios d decimonónicos; hechos de madera; del centro de la ciudad, se precipitaron inmediátamente. El Río Calle-Calle comenzó a inundar el casco central de Valdivia, se reportaron incluso olas en el tranquilo y; quizás; único río navegable de Chile.


El mar se recogió tan intensamente que la ola se elevó a más de siete metros de altura. Hubo localidades donde incluso llegó a los diez. Tragándose poblados, gente, animales, embarcaciones y casas, el mar continuó con apetito inexorable su cometido. Toda la costa Sur del país se vió afectada en menor o mayor medida por el Tsunami. En el otro lado del mundo, Hawaii y Japón sufrieron consecuencias similares. El Océano Pacífico pocas veces había dejado de hacerle honor a su nombre.


Aún había fiesta. Luego del sismo, se reactivó instantáneamente el volcanismo natural del país. En un par de horas, el Volcán Puyehue y todo el Cordón Caulle hicieron erupción. La ceniza cubrió gran parte de la zona afectada, incluso tapando al aledaño Lago Puyehue por varios días. La actividad volcánica no cesó en un largo tiempo.


Aún faltaba lo peor. En las cerranías del Lago Riñihue el terremoto hizo también estragos. Con el movimiento telúrico, los cerros y tierras que rodean al lago se derrumbaron. Estas caídas masivas de tierra bloquearon el desague del mismo. El Río San Pedro, el encargado de esta función, con el cierre comenzó a subir el nivel del agua. Cada metro que el lago subía, 20 millones de metros cúbicos se añadían a la posa. Cuando el nivel del agua superara los 24 metros de altura, desbordaría casi 4800 millones de metros cúbicos (equivalente a la cantidad de petróleo existente en el mundo) en un caudal de 3000 metros cúbicos por segundo. Casi siete veces más que en sus mayores crecidas.


Se presentaba un serio problema. Si acaecía el desastre, en menos de cinco horas el río inundaría toda una zona habitada por más de cien mil personas. Esto motivo a gente de todos los sectores a llegar inmediátamente a la zona de catástrofe. Valdivia, la principal ciudad de la zona, fue evacuada de niños, mujeres y adultos mayores. El Ejército, compañías públicas y privadas, gremios y gente particular se sumaron al enorme esfuerzo que significó vaciar los cerca de 3000 millones de metros cúbicos que separaban a La Perla del Sur de un desastre seguro.


Los miles de civiles y uniformados, más casi treinta Bulldozers (tan gran cantidadmovilizados en tiempo récord para un páis tan pequeño) trabajaron sin parar por más de dos meses para evitar la catástrofe. Bajo la dirección del ingeniero Raúl Sáez, los esfuerzos se concetraron en reforzar las zonas débiles y drenar por otros cauces el remanente. Lo increíble resulta en el corto tiempo que tomó para hacer bajar el nivel del lago (sólo 48 horas) y la pronta respuesta de todo el país ante la inminente destrucción.


Valdivia se salvó de ser destruida por segunda vez en su historia. En los anales de la ingeniería civil chilena quedará el ingenio, perseverancia y entereza de quienes colaboraron para salvar a La Perla del Sur. La llamaron "La Epopeye del Riñihue"...


 
 
 

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